SIGLO XX

 

Los avatares del pueblo durante la segunda mitad del siglo XIX estuvieron marcados al igual que los del resto de España por los acontecimientos producidos por las   corrientes políticas que gobernaron el país, su simbología y los procesos desamortizadores establecidos por las distintas haciendas públicas. El incremento demográfico fue elevado, posiblemente por las mejores condiciones de vida y salud, así como el detrimento de los pueblos del entorno, pero esto finalmente paso su factura a Medranda, la razón el limitado termino del pueblo, obligando a sus vecinos a trabajar bajo cesiones de tierra en arrendamiento, cuando no a buscarse jornales fuera del lugar para poder mantener a sus familias. Estas circunstancias confirman cuatro hechos cruciales en su devenir:

 

1)    La construcción entre los años 1820-1825 de un segundo molino harinero junto al barranco de Valdemedranda donde venían a moler su grano los vecinos de los pueblos limítrofes.

2)    La ampliación del cementerio municipal en 1870 por quedarse pequeño el construido en 1.805.

3)    La desecación de la laguna llamada “La pesquera” y la canalización en 1.925 de los manantiales de la fuente en el centro del pueblo que tantos estragos hicieron en su población por las fiebres tercianas, tifus, disentería

4)    Finalmente la enajenación en 1926 de la dehesa Boyal de Propios que pasó de manos concejiles a manos privadas durante el primer tercio del siglo XX, debido a la falta de terreno productivo para mantener a los 95 vecinos (unos 475 habitantes) y la posible emigración hacia otros lugares y países de parte de su población, lográndose detener durante un periodo de 40 años el proceso migratorio, hasta que finalmente este se produciría sin dilación durante los años 50 y 60 del pasado siglo XX, no sin antes haber pasado las calamidades y desdichas de la guerra civil 1936-1939  y las penurias de su posguerra .

 

Hoy Medranda sigue siendo ese sencillo, tranquilo y apacible pueblo ribereño del bajo valle del Cañamares, rodeado de vegetación por los montes de robles-quejigos y la exuberante frondosidad de sus plantíos junto al río, donde el continuo y constante caudal de las aguas de sus fuentes permiten seguir conociéndonos como “Los Raneros”, donde los pocos agricultores que aun quedan tratan de sacar el mejor partido de unas tierras donde el cereal sigue siendo su mayor referente en las suertes y pedazos de la Vega y la antigua Dehesa, donde aun se siguen cultivando las fértiles huertas del Raso y el Chotal y por último como referente de las labores ganaderas que tan importantes fueron en  otros tiempos, aun hoy día queda un único pastor que mantiene un buen rebaño de ovejas en recuerdo de los tantos habidos en otro tiempos.

 

El pueblo como tantos otros de nuestra comarca se revitaliza y llena de vida todos los veranos con la llegada de los veraneantes, en su mayoría hijos y familiares  de sus antiguos pobladores y de aquellos que no habiéndolo sido, han encontrado en su termino el lugar ideal de reposo y disfrute.

 

Hasta aquí hemos expuesto lo que la historia y sus documentos nos han dejado de la aldea y pueblo de Medranda, “pueblo antiguo y no nuevo” tal y como nos dijeron  aquellos vecinos de Medranda, Juan de Cardeñosa y Felipe Sanz en las Relaciones Topográficas de Felipe II, en el año de 1.580.